De la fe parte toda esperanza en Cristo,
y es la certeza de lo que solo existe en el santuario de su Espíritu.
Porque toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto,
para dar de gracia al corazón humillado y contrito.
Al ser hijo del Altísimo,
se te es asignada la máxima autoridad espiritual.
Y en tu sobrenatural visión del Espíritu,
guardas el incorruptible poder celestial.
Jesús, dijo: El que cree en mí aunque esté muerto vivirá.
Y el misterioso milagro, oh Señor, lo cumplirás, dándonos un cuerpo glorificado para morar en la eternidad.
Y el Todopoderoso nos ceñirá,
el galardón de la genuina santidad.
Escuchad el estruendoso viento de Sión,
que os habla con exhaustividad de la Sagrada Escritura.
Y porque el alma está necesitada del eterno perdón,
oh Señor Jesús, nos concediste ser en tu nombre una nueva criatura.
Y fuimos revestidos en Cristo,
por el don de la fe.
Porque la verdad del Santo Espíritu,
nos ha sido revelada por la espada de dos filos, que es la Palabra; pero velada le ha sido al mundo, y con sus ojos de incredulidad abiertos no ve.
Paz de Cristo
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