Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
De los que de gracia manifiestan un ilimitado perdón, han visto tu gloria, oh Señor, en sus vidas de santidad.
Oh Cristo, Tú te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para que las almas fueran salvas,
y alcanzaran el perfecto galardón de la eternidad.
Oh Señor Jesucristo, tan grandiosa fue tu piedad,
que aun en la vil crucifixión, pediste al Padre, que perdonara a todos los que te ajusticiaron.
Oh Rey de la gloria, solo Tú, en tu inmensa misericordia eres luz que resplandece en la obscura tormenta de la más lacerante iniquidad,
en medio de los inmundos que te crucificaron.
Oh Cordero inmolado, resurge de las profundidades de mi alma,
la sensación de no ser en tu nombre, por tibieza y cobardía, un santo incorruptible.
Porque todo el que al prójimo ama,
habrá dado sepultura al pecado, con el perdón que sella eternamente al invencible.
No existen barreras infranqueables,
para todos los que invocan el glorioso nombre de Jesús.
Y a los que de todas sus ofensas son perdonadores,
del cielo es su radiante plenitud.
En tu perdón,
se hace visible el eterno amor del Señor Omnipotente.
Y desde la pureza del corazón,
darás toda la gloria a Dios, que es lámpara a tus pies y lumbrera de tu presente.
Paz de Cristo
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