El paso del tiempo es inexorable,
y el engañador te tiene acorralado con falsas prebendas.
Tiéndeme, oh Cristo Jesús, tu diestra inefable,
y sáname con óleo santo las heridas purulentas.
Oh Señor Jesucristo, ante el oprobio de nuestra execrable conducta,
te has humillado hasta lo sumo, y has entregado tu vida para darnos salvación.
Gran escarnio hemos hecho de la semilla sagrada,
que es, oh Señor, la gracia de tu perdón.
Continúas supurando unas imperceptibles gotas de putrefacta deshonra,
que siguen desvirtuando la santa verdad.
Oh Hacedor Omnipotente, eres lento para la ira y grande en misericordia;
pero tu justa balanza, pesará a todas las almas con precisión de eternidad.
Oh Fiel y Verdadero, en tu santuario celestial,
conservas con excelente pureza la sagrada medida de amor.
Esta es la perfecta substancia universal,
que solo conoces Tú, oh Redentor.
Oh Todopoderoso Salvador, en este imparable tiempo de humana fugacidad,
daría la impresión de que nadie se humilla hasta lo sumo, oh Rey de reyes, para ser digno de tu grandiosa salvación.
¿Será qué excede hasta de nuestro preclaro entendimiento tu eternidad,
o qué sigue siendo un pedernal nuestro endurecido corazón?
Paz de Cristo
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