No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
Oh Cristo, Tú eres el Justo, el Señor Omnipotente.
En tu omnisciencia y omnipresencia, tus hijos, oh Rey de reyes, estamos eternamente confiados.
En el ser humano,
existe una inercia deliberada en su conducta.
Obviando, oh Cristo Jesús, que tu Evangelio le es profano,
cuando al prójimo juzga.
Sin la llenura del Santo Espíritu,
es reprobable instar a nadie, a tiempo y fuera de tiempo.
Porque solo profesando tu verdad, oh Señor Jesucristo,
daremos santo ejemplo.
La paz del Cordero inmolado, que sobrepasa todo entendimiento, dio lugar a la redención de la humanidad;
y por su preciosa sangre derramada, fuimos libertados, justificados y reconciliados por gracia.
Y ahora, no desagrades con tus insolentes juicios al Señor de señores, que dio su vida para revestirte de eternidad.
Y en tan abominable crucifixión no abrió su boca, sino para perdonar la perversion de tu ignorancia.
Has de saber, que la Palabra discierne el pensamiento y las intenciones del corazón.
Y que todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Oh Sumo Hacedor, tus pruebas nos disciplinan para ser de salvación.
Y nuestra alma morará en la gloria, por no haber restado ni una tilde, oh Señor, de tu sagrada obediencia.
Paz de Cristo
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