Vivir un segundo en el nombre de Jesús,
es comprimir en una ínfima esfera el universo.
Es subirse en su admirable luz,
sin espacio y sin tiempo.
En Cristo, los límites no existen,
todo sucede en un resplandor omnipresente.
Las perfectas misericordias de un relampago penden,
y su realidad es el sobrenatural de repente.
Tu Palabra, oh Señor Jesucristo,
dio visibilidad a la creación.
Y en el misterio del Santo Espíritu,
se consumó el sagrado templo de la universal redención.
Oh Sumo Hacedor, tus fórmulas están cifradas,
en un contesto vital.
Y de tu amada Iglesia, son almas bienaventuradas,
regocijandose en el virtual reino celestial.
Oh Cordero inmolado,
Tú pusiste la vida y la volviste a tomar.
Oh Altísimo, tu gracia nos ha salvado;
porque ante nuestra perversa insolencia,
el fin último de tu santa voluntad solo nos pudo amar.
Paz de Cristo
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