- Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
- Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; Vanidad de vanidades, todo es vanidad.
- Oh mi Cristo, los que por tus espirituales ojos ven,
- han interiorizado tu majestuosa santidad.
- ¿Qué provecho tiene el hombre en todo su trabajo con que se afana debajo del sol?
- Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.
- Oh Santo, Tú viniste a darnos el bíblico conocimiento, para no caer en las garras del Seol.
- Y llenarnos de la gloria, que de tu bendito nombre subyace.
- Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.
- El viento tira hacia el sur, y rodea el norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.
- Oh Alfa y Omega, tan prodigioso elemento lo propicia tu creación excelsa.
- Y es que, lo imperecedero, oh Señor, nunca parece viejo.
- Todas las cosas son fatigoso más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
- ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
- ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.
- No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
- Oh Cristo Altísimo, únicamente será salvo el que persevere hasta el fin.
- Porque desde antes de la fundación del mundo, oh Eterno, tus siervos escogidos, bienaventurados son.
- Sin embargo, Omnipotente Salvador, sólo tu sagrada balanza, dicta sentencia del perfecto juicio,
- a los profanos que nunca bendijeron tu universal y excelso poder.
- Paz de Cristo
jueves, 29 de febrero de 2024
ECLESIASTÉS 1:1,2 EN CRISTO
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