- No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y ésta fue mi parte de toda mi faena.
- Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
- Oh mi Cristo, Tú consumaste en la cruz del Calvario la obra de redención perfecta.
- Y el que, hasta el día postrero se haya sometido a tu Sagrada Palabra,
- evitará caer en las profundidades del Seol.
- Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvarío y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
- Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas.
- Oh Fiel y Verdadero,
- en tu glorioso nombre, hemos de administrar espiritualmente las prestadas fuerzas.
- El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que en un mismo suceso acontecerá al uno como al otro.
- Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, ne sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora para hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad.
- Oh Sumo Alfarero,
- es en tu rueda sagrada, donde revistes al vaso nuevo de la piadosa verdad.
- Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
- Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
- Oh gran Yo Soy del universo,
- Tú eres el Todopoderoso Señor y Salvador Jesucristo.
- Paz de Cristo
jueves, 29 de febrero de 2024
ECLESIASTÉS 2:10,11 EN CRISTO
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