- Y Jesús, decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
- Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
- Los soldados también lo escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
- y diciendo: Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
- Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
- Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
- Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación.
- Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
- Y dijo a Jesus: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
- Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
- Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
- Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad.
- Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto expiró.
- Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
- Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvieron golpeándose el pecho.
- Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
- Oh mi Cristo, de tu sobrenatural bendición, hicieron desendén los septicos pecadores.
- Sin embargo, entre la chusma de los que te escarnecian, oh Señor, estaban, a la postre, los que vinieron a ser tus discípulos consagrados.
- La chusma, de su manifiesta iniquidad, hacían un obsceno alarde,
- en la búsqueda de desvirtuar vilmente al Señor Altísimo.
- Y es que, la profanación de tu creación universal, oh Sumo Redentor, era de las hordas, uno de sus pérfidos motivos.
- Uno de los malhechores crucificado, oh Cristo Jesús, profería contra ti execrables vituperios.
- Y reprendido fue por el otro malhechor crucificado, que no entendía sus blasfemias al Señor de la eterna salvación.
- Porque de tu gracia, oh Santo, se vio todo ser humano concernido.
- Y éste ladron arrepentido, a Jesús, dijo: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
- Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
- Y de la hora sexta a la novena, hubo una densa tiniebla.
- Y con el sol oscurecido, el velo del templo de arriba a bajo se rasgó, para darnos una espiritual e inconmensurable libertad.
- Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto expiró.
- Y el centurión, en su arrepentimiento, con meridiana luz interiorizó que Jesucristo había sido justo.
- Y la ingente multitud, se veía superada por un crimen tan abyecto.
- Y sus conocidos se ausentaron, sin afrontar las indignas equidistancias.
- Paz de Cristo
miércoles, 19 de marzo de 2025
ÚNICAMENTE SU MAJESTUOSO PERDÓN, EJEMPLO SUBLIME A EMULAR POR TODA LA ERRÁTICA HUMANIDAD, ES EL DADO EN LA CRUZ DEL CALVARIO POR EL TODOPODEROSO SEÑOR Y SALVADOR JESUCRISTO
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