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viernes, 26 de abril de 2019

ISAÍAS 40:25 EN CRISTO

¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo.
Y es el Todopoderoso el que te inquiere, amada Iglesia.
No cuestionas, oh Señor, a un profano;
es a tu escogida esposa, que se atavía de lino blanco en tu presencia.

Oh Cristo, nuestra obsolescente consagración, 
han dado pie a tu pregunta.
Nos creaste, oh Rey de la gloria, para profesarte eterna adoración;
y tiende a desvanecerse el regocijo de la perseverancia santa.

Oh Cristo Jesús, la piel de nuestro cuerpo, 
ha de ser consubstancial a tu Palabra. 
Y como somos templo del Santo Espíritu, aun la pequeña herida en el corazón nos ha de causar desvelo;
si de gracia recibió santidad tu alma.

Oh Señor Jesucristo, el olor fragante de tu preciosa sangre derramada en la cruz del Calvario, 
ha de multiplicar exponencialmente a tus excelsos pies nuestra alabanza.
No existe mayor santuario,
qué el que no tiene sombra de variación, ni alberga ninguna señal de mudanza.

Oh Sumo Creador, en los designios de tu  eterno misterio, 
nos consagraste para participar en las bodas del Cordero.
Somos los heraldos de tu Evangelio,
y será predicado hasta lo último de la tierra,
por los incorruptibles santos que hollarán tu glorioso cielo.
                                Paz de Cristo




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