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miércoles, 24 de abril de 2019

JEREMÍAS 4:4 EN CRISTO

Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego, y se encienda y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras.
De la iniquidad, ha de ser desmesurado nuestro arrepentimiento.
Huyamos despavoridos del despiadado mundo, que sobreabunda en viles miserias;
y proclamemos la victoria, oh Jehová, en el santuario del fundamento.

Jesús, dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Los pies del ser humano se apresuran por los obscuros callejones del pecado, obviando la gozosa andadura santa.
El alma pervertida, 
sino se arrepiente, le será imposible ver el resplandor de la luz, que de la senda perfecta es sagrada lámpara. 

Oh Cristo, tu verdad única,
es la transparente medida de pureza.
Y la horrenda respuesta se la da el hedor de la inmundicia,
que es la maldita generación, que como las cloacas apesta.

Para aceptar tu vida, oh Señor Jesucristo,
desnuda mi interior, y se hará visible el obsceno pecado.
Porque al extirpar el putrefacto fondo, la espada de tu Espíritu, 
podré darte la gloria, oh Señor, al ser en tu nombre bienaventurado.

Oh Cordero inmolado, se desgarró mi alma,
al sentir el dolor de tu abominable crucifixión.
Sé que tu preciosa sangre derramada es el nuevo pacto de la gracia. 
Y creo que eres el Señor resucitado, que me ha dado eterna salvación.
                    Paz de Cristo


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