El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
Los extremos que conciernen al ser humano, para su salvación o condenación, oh Cristo, son inapelables.
En la fe, serás bienaventurado;
y a los desnortados del Evangelio, serán por la eternidad declarados culpables.
Tu pensamiento eterno, oh Cristo Jesús,
no tiene ninguna connivencia con los terrenales conceptos.
Libres por la Palabra, son los hijos de luz.
Y en las mazmorras del maligno, oh Señor, están los que escarnecieron tu nombre presos.
Oh Señor Jesucristo, porque Tú sabes que somos polvo;
siendo Rey, te hiciste siervo.
Te despojaste de la corona y el cetro regio,
para transformarte en el Hijo del Hombre, que nos dio a conocer el Sagrado Testamento.
Oh Rey de la gloria, en los tres años de tu ministerio público;
los incircuncisos, obviaron desterrar de su endurecido corazón la impiedad.
No entendieron que eres el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Y que ante la tenebrosa mentira, tu resplandor, oh Señor Omnipotente, es el de la verdad.
Oh Redentor, expiaste de la humanidad todos los pecados, con tu muerte, y muerte de cruz en el Calvario;
también, de los que consumaron tu crucifixión.
Tal es tu majestuoso santuario;
que todo el que cree en tu reino celestial y se arrepiente genuinamente de su maldad, oh Rey de reyes, bautizándose en tu nombre, traspasará el umbral de la salvación.
Paz de Cristo
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