Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.
El exhaustivo cumplimento de la Palabra, define, en cualquier caso, al verdadero cristiano.
No haces acepción de personas, oh Señor, sea o no pariente,
para ser tu discípulo santo.
Oh Cristo, en tu sobrenatural Evangelio,
se ha de buscar la inquebratable solemnidad.
Sobredimensionaremos el estricto celo,
que sube en incensadas oraciones a la sagrada eternidad.
En el Sagrado Escrito,
no leemos palabras de humana sabiduría.
Es tu omnisciente pensamiento, oh Señor Jesucristo,
el que nos provee de la salvación santísima.
Oh Fiel y Verdadero, a través del resplandor de la Biblia,
nos has sacado de las tinieblas, oh Rey de reyes, para ser hijos de tu luz admirable.
En cada uno de sus versículos, la bendición es propicia,
y su espiritual profundidad, se puede convertir en una semántica inefable.
Oh Cordero inmolado, tu última frase antes de expirar en la cruz del Calvario, fue: Consumado es.
Y redimiste a la perversa humanidad.
Tu muerte, oh Redentor, es la gracia obrando en nuestra fe;
y en su Espíritu de resurrección, se nos revela la eterna unicidad.
Paz de Cristo
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