Dejad que los niños se acerquen a mí;
porque de los tales es el Reino de los Cielos.
Y sin mácula nací;
como la blanquísima Gloria, me hicieron, oh Cristo, tus desvelos.
Me amamantaron, oh Señor,
los senos que en mi madre
creaste con amor;
para que mi alma viviente se saciare.
Crecí sin conocer a mi adorado Jesús.
Algunas estatuas vieron mis ojos inocentes,
y no me dieron Luz;
porque al carecer de tu Divinidad, enmudecían insolentes.
Pasé bastantes años,
en la yerma oscuridad
de un desierto, oh Señor, donde no pude agradaros;
por el desconocimiento de tu Sublime Eternidad.
Ahora, he aceptado al Señor de señores y Rey de reyes,
Tú eres mi Eterno Señor y Salvador.
Oh Glorioso Jesucristo, sé que has perdonado mis ayes;
porque eres de mi vida el Redentor.
Paz de Cristo
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