En Cristo somos testigos
por el don de la fe.
Y sólo los redimidos
tenemos la autoridad del que todo lo ve.
Ante tanto prodigio, no puedes callar:
misterio de lo Eterno es tu Evangelio, oh Señor,
que nos lleva a predicar;
por ser poder de Salvación de nuestro Redentor.
Jesús, dijo: Bienaventurados los que oyen mi Palabra y la guardan.
Revelado es por el Espíritu al que ama, y a Jesús llama Señor;
cuando los ríos de Agua Viva de su interior manan.
Oh Cristo, durante 40 días, después de tu Resurrección,
delante del ser humano te hiciste presente;
para dejar en su corazón
la semilla gloriosa, que da fruto al que se arrepiente.
El agua convirtió en vino;
resucitó a Lázaro;
reprendió a la tempestad, que en el mar sobrevino.
Y la bonanza del milagro, siempre fue Gracia del Señor Jesucristo.
Oh Altísimo, tu indeleble huella
permanece en la Eternidad:
es la Gloria, que no se borra;
porque Tú, mi Cristo, eres la Santísima Verdad.
Oh Señor de señores y Rey de reyes,
nuestro fin es convertir almas;
por eso has de contar lo que hayas oído o vieres,
y serán en Jesús salvas.
Paz de Cristo
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