No hay fuente,
que de agua dulce y amarga.
Y eres Tú, mi Cristo, oh Señor Omnipotente,
el que convierte con el manantial de la Gracia.
Somos arroyos y afluentes
del caudal infinito de un río,
de mieles a raudales,
que curan el corazón malherido.
El agua es vida;
para resurrección espiritual
fue concebida,
por el Creador sobrenatural.
Los ríos de Agua Viva,
corren por la pureza del espíritu.
Son veneros del que salva,
manifestación de la torrencial Gloria de Cristo.
Nunca más habrá aguas amargas,
en el corazón contrito y humillado;
porque en el Espíritu Santo, amas
a Cristo, en la cruz Inmolado.
Paz de Cristo
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