Te apartaste de la Iglesia,
al enfriarse el espíritu de oración.
Del arrebatamiento de tu amada esposa, oh Señor, nadie sabe ni el día, ni la hora.
Y has de reconstruir tu altar, arrepentido y postrado a los pies del Altísimo, con un contrito y humillado corazón.
La fe sin obras es muerta;
no seas solo oidor de la Palabra, sino también hacedor.
Oh Cristo, que tu excelsa diestra,
nos descubra la senda del amor.
Oh Cristo Jesús, con tus justos juicios,
vivirá nuestra alma en paz.
Nos protege la blindada fortaleza, que es el gozo de eternidad.
Oh Señor Jesucristo, de tu temor,
aprendimos sabiduría.
Y siempre hablará el Santo Espíritu,
de la sagrada verdad, antítesis de la obscena mentira en el hedor de su osadía.
De los siervos dignos,
son las obras perfectas.
Oh Rey de reyes, de tu reino serán los que se conviertan en niños;
porque al cielo se elevarán con la pureza de sus alas bellas.
Oh Salvador, los falsos discípulos,
no figurarán inscritos en el libro de la vida.
Reviste de blancura tus vestidos;
y será tu galardón, la victoria del alma bendecida.
Paz de Cristo
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