Qué utopía es, que a través de nuestras fuerzas, oh Cristo,
sin arruga y sin mancha conservemos el vestido.
Es imprescindible la verdad del Santo Espíritu;
y ante el Hijo del Hombre, tomar la cruz de un auténtico discípulo.
Estábamos sumidos en la obscuridad, oh Cristo Jesús,
subyugados por un mundo errático.
Y un día le plació revestirnos de su admirable luz;
para ser predicadores, hasta lo último de la tierra del principio bíblico.
Aún, oh Señor Jesucristo,
has de someter a tus siervos a la prueba de amor más extrema.
Escenificada, oh Cordero inmolado, en la gloriosa redención de tu voluntario y mortal sacrificio;
y en el que nadie, tomó parte en su defensa.
El genuino paso de fe,
lo refrenda cumplir con nuestro martirio; si en tu Nombre, ha lugar.
Oh Redentor, Tú disciernes lo pensamientos y la intenciones del corazón, que el mundo no ve;
pero Tú conoces quien se ha negado asimismo, y da su vida por la sagrada verdad.
Qué gran tristeza ha de embargar,
al que no se humilló en la oración, para buscar tu majestuoso rostro, oh Salvador.
Porque tu misericordia es para siempre, y a la oveja perdida con determinación fuiste a buscar;
haz que oiga tu voz, como las 99 que en ti se glorian con el vínculo perfecto del amor.
Paz de Cristo
No hay comentarios:
Publicar un comentario