Clamé a la eternidad, oh Cristo,
y no hubo distancia en tu respuesta.
En un de repente se elevó en el Espíritu,
y a mi plegaria le respondió el tercer cielo de tu promesa.
Oh Cristo Jesús, tu columna de fuego,
se hizo visible en el desierto del alma.
Y me dio la luz del conocimiento,
que es la revelación de tu Palabra.
Oh Señor Jesucristo, no es con mis fuerzas,
sino con tu Santo Espíritu.
En el diseño de tu creación lo manifiestas:
de la obscuridad formaste las estrellas, con indeleble brillo.
Oh Alfa y Omega, en el misterio de la piedad,
se arraiga nuestro socorro.
Y en los días de tu carne se derramó el poder de la verdad,
que nos protegió, oh Señor, en la fortaleza de tu gozo.
Oh Fiel y Verdadero, la fe permanece en el fruto del Espíritu,
para que nuestro corazón no desfallezca.
Busca en la infalible Palalabra tu propósito,
y no tendrás más temor; si guardas tu poderoso amor, en su obediencia.
Paz de Cristo
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