La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo.
A los suyos vino, y los suyos no le recibieron.
La abominable destrucción del ser humano,
revirtió en la única verdad que más tarde percibieron.
El universo del Creador;
su obra maestra, el hombre, lo quiso desolar.
Y el Hijo del Hombre, redimió con su crucifixión el obscuro desamor,
y justifico a todos los pecadores, con el sagrado poder de amar.
¿Destruyeron el invencible templo?
El Santo Espíritu que desecharon los edificadores,
en tres días lo reconstruyó.
En su resurrección se hizo manifiesto,
que el Rey de reyes puso su vida y luego la tomó.
La omnipresencia del Todopoderoso Jesucristo,
transforma hasta el más yermo desierto con el viento de Sión.
Y del lugar santísimo,
es de donde mana la vida: propágandose una onda Cristocéntrica, que surca la eternidad con el inmarcesible pálpito de su glorioso corazón.
Oh Cristo Jesús, tu nombre es el único nombre dado a los hombres, por el que se puede ser salvo.
Se digno y honra al Cordero inmolado, tu Creador.
Con su preciosa sangre derramada en la cruz del Calvario, hizo de la actual era de la gracia el nuevo pacto;
porque ante una muerte segura, nos fue revelada la salvación por tu Sagrada Palabra, oh Señor.
Paz de Cristo
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