Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña?
Oh Jehová, a la humanidad creaste, para que se postrara a tus pies en solemne adoración.
Oh Cristo, la altivez, no permite al ser humano menguar en su arrogancia;
pero al oír tu nombre, que es sobre todo nombre se doblará toda rodilla, de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra, para suplicarte el perdón.
Tu fidelidad eterna, oh Cristo Jesús,
conmueve al corazón contrito y humillado.
Las tinieblas, nunca prevalecerán sobre la luz;
y de gracia, el discípulo que su vida a Dios
consagra, recibirá el galardón de bienaventurado.
Las doctrinas fundamentales de arrepentimiento y bautismo,
me han hecho hijo de Jesucristo.
Y es que me ha desbordado tu concepto del amor, oh Rey de la gloria, en lo más íntimo,
al serme revelado que eres la verdad, el camino y la vida del Santo Espíritu.
Oh Fiel y Verdadero, abunda en mi perplejidad,
saber que hay un sarmiento extraño en la vid verdadera.
Si tu amada Iglesia anhela ser arrebatada a la eternidad;
el Señor de la viña, al pámpano que no del sazonado fruto, lo echará de su reino fuera.
Oh Cordero inmolado, Tú convertiste el agua en vino;
porque eres la vid eterna.
Y la simiente verdadera dio crecimiento a un hijo, el que se perdió en las trincheras del maligno;
y al ser del sarmiento extraño el fruto a la final sazón, sin tiempo invocó el perdón del Padre eterno; y en los últimos segundos, resplandeció su salvación en tu presencia.
Paz de Cristo
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