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lunes, 25 de marzo de 2019

TU REDENCIÓN SANTA, EXPIÓ MI PECADO, OH CRISTO

La soledad, oh Cristo,
fue la única compañera en tu ignominiosa crucifixión.
La hiriente mofa y el vituperio, laceraron tu cuerpo, alma y espíritu;
pero por tu fiel obediencia a la Palabra, nos redimiste y justificaste para ser de salvación.

Oh Cordero inmolado, tu preciosa sangre derramada en la cruz del Calvario, 
nos dio pureza de vida eterna.
Y el glorioso santuario,
por gracia, oh Señor Omnipotente, se abrió a las almas de santa certeza. 

A todo ser humano, oh Cristo Jesús, 
lo destituiste de la gloria.
Un sinfín de execrables pecados, fueron descubiertos por tu omnisciente luz. 
Y te tuviste que despojar, oh Señor, de la Divinidad del Padre eterno y convertirte en el Hijo del Hombre carnal, para resucitarnos en victoria.

Oh Señor Jesucristo, tu sobrenatural libertad,
está asida al don de la fe.
En la Sagrada Escritura, oh Todopoderoso, manifiestas el conocimiento de la verdad.
Y el incoverso para creerte, necesita ver señales, que solo el hijo de Dios ve.

Para ser digno discípulo del Rey de reyes,
has de predicar el Evangelio, hasta lo ultimo de la tierra.
Si no te niegas a ti mismo ante el Altísimo, en lo postreros días vendrá el crujir de dientes;
y será condenado el pétreo corazón, que de sus pecados no se arrepienta.
                            Paz de Cristo 













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