Vuestra perversidad ciertamente será reputada como el barro del alfarero. ¿Acaso la obra dirá de su hacedor: No me hizo? ¿Dirá la vasija de aquel que la ha formado: No entendió?
Es la frágil obra no perfeccionada, la que en su bisoñez desafió al Creador.
Y con saña, oh Señor, te apremió,
a que en su inestable fortaleza le erigieras como el único vencedor.
Oh Cristo, el ser humano conserva la marca fatua del pecado original,
que en el alma le cinceló el maligno.
Y descendió el Rey de reyes, desde su trono celestial,
dejando de lado en su majestuoso reino, el cetro de oro genuino.
Y te hiciste carne de pecado, oh Señor Jesucristo,
para perdonar el pecado en la carne.
Toda obscuridad resplandeció con tu Espíritu,
desde el oriente, y hasta el occidente.
Y del sagrado barro,
resucitó el Alfarero.
En tan solos tres días reconstruyó el templo.
Y con la gracia de su derramada sangre del nuevo pacto, será de salvación el que se humille con el corazón contrito a los pies del santísimo Cordero.
Después del juicio milenario,
habrá cielo y tierra nuevos.
Oh Salvador, en la eternidad de tu santuario,
no habrá ni día, ni noche; solo el majestuoso templo, que será morada de tus bienaventurados siervos.
Paz de Cristo
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