En la edificación del cuerpo de Cristo,
se necesita una argamasa santa.
Con una genuina soldadura en el Espíritu,
para que, oh Señor, llegue a tu perfecta estatura: consagrado y sin mancha.
La Iglesia amada del Señor,
no se erige con nomenclaturas.
Pesas de los corazones el amor;
porque, oh Rey de reyes, tu sagrada balanza da autenticidad a las nuevas criaturas.
En el día de Pentecostés, anunciado por el Señor Jesucristo,
fue fundada la Iglesia de los santos.
Con el bautismo de lenguas de fuego, la selló el Santo Espíritu,
para dar testimonio del Evangelio, a los que habían de ser salvos.
Los primeros seguidores de Cristo Jesús,
nunca desfallecieron en el denodado testimonio de la Palabra Sagrada.
El cielo derramaba su prodigiosa plenitud,
para convertir el alma inicua en bienaventurada.
Iglesia del Señor,
sembrad siempre la verdad en el nombre de Jesús.
Y anunciad al Salvador,
hasta lo último de la tierra, para transformar las tinieblas en su admirable luz.
Paz de Cristo
No hay comentarios:
Publicar un comentario