Arrepentíos de todo lo inmundo;
y bautizaos en el nombre de Jesús, para el perdón de vuestros pecados.
Esta es la condición indispensable, que ha de cumplir el que está sujeto al imperio de la muerte, y por lo mismo está sumido en la fosa del moribundo.
Y, oh Omnipotente Salvador, Tu quieres dar a los incircuncisos vida y vida en abundancia, para que sean eternamente bienaventurados.
Y de tu interior correrán rios de agua viva, que desembocarán en la espiritual inmensidad: que es ser nueva criatura en Cristo.
Las cosa viejas pasaron todas son hechas nuevas, asevera la Biblia.
Y el galardón que te da el Rey de reyes, es que tu nombre está escrito en el libro de la vida, por ser su genuino siervo.
Qué el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza,
sea la provisión perfecta de tu perseverancia al predicar el Evangelio.
Y que se haga visible la unción en tu semblanza,
que es del cielo un gran privilegio.
Este es el llamado del Señor Jesucristo,
y te lo ofrece en un sobrenatural momento.
No dejes pasar tan excelente oportunidad, y cíñete la verdad del Santo Espíritu,
porque te lo ha anunciado el glorioso Fundamento.
Oh Señor Jesús, finalmente te apareciste a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán en nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
Y estas fueron, oh Señor, las últimas palabras a tus discípulos privilegiados.
Sabemos que cielos y tierra pasarán;
pero su Palabra, no pasará. ¡Ahora en ella regocijaos!
Paz de Cristo
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