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jueves, 7 de noviembre de 2019

SALMO 49:20 EN CRISTO

El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen.
¿Por qué damos pie a lo fútil e inservible?
En la sabiduria derramada de lo alto, las fatuidades no existen.
Pídele al Rey de reyes que te unja con su óleo santo, para ser concernido por lo incorruptible.

Dios nos ha provisto de un instinto primario,
que ha sido relegado por la humana inteligencia.
Porque el alma del que en el Señor de señores creyere, será elevada al eterno santuario,
y vivirá en la gloriosa morada de excelencia.

La Biblia dice: Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas con sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
Nada le es oculto al Omnipotente Redentor.
Y es que en su Palabra, eterna y magnificente,
solo ha lugar para nuestra salvación la preeminencia del amor.

Ante la pregunta: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús, respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos.
El fin de estos sagrados mandamientos es darnos a conocer la gracia de amar.
Porque sin sandidad al Señor no veremos;
y por lo mismo el alma no podrás salvar.

Y en otra ocasión, Jesús, dijo: Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
En todo momento hemos de dar gracias a nuestro Señor Jesucristo, por sus favores y misericordias.
Y hemos de saber, que de tu omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia, oh Fiel y Verdadero, nadie puede hacer desdén;
porque en tu excelsa diestra has esculpido nuestras vidas.
                            Paz de Cristo 












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