Entonces, despedida la gente, entro Jesús en la casa; y acercándose a Él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Respondiendo Él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la siembra es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
La predicación del Evangelio, es el fulgor que Cristo Jesús ha propiciado, en lo que fue un inicuo corazón.
Y porque sé, oh Señor, que solo de tu buena dádiva parte la excelencia;
hablaré y no callaré, para que en mi boca siempre esté tu exaltación.
Jesús, dijo: En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
Y también: Mi poder se perfecciona en la debilidad.
Por tu gracia, oh Fiel y Verdadero, hemos sido rescatados del lodo hediondo,
para ser en tu olor fragante, los glorificados hijos de eternidad.
Oh Cordero inmolado,
tu preciosa sangre derramada en la cruz del Calvario, a tu amada Iglesia redimió.
Y nuestro ser en las nubes será arrebatado,
por tu excelsa diestra, oh Rey de reyes, porque a ti, desde antes de la fundación del mundo, te plació.
Y morará en la nueva Jerusalén,
oh Señor Jesucristo, tu santa y perfecta Iglesia; vestida de lino blanco, sin arruga y sin mancha.
Jesús, dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. Y también: El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven.
Y sabemos, que tu gloria nos será dada; no por fuerza, ni por ejército, sino por haber creído, oh Rey de la gloria, en tu Palabra.
Oh Todopoderoso Salvador,
anhelamos ver tu majestuosa faz.
Y hasta tu arrebatamiento seguiremos predicando el Evangelio, con un ferviente clamor,
para que el mundo, oh Sumo Creador, conozca tu sagrada verdad.
Paz de Cristo
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