La oración persistente, oh Cristo,
nos desata de toda obscura iniquidad.
Orad en el Espíritu,
y seréis libertados por el conocimiento de la verdad.
Al orar; si emanas una espiritual onda Cristocéntrica,
se propagará hasta el poder celestial.
Oh Rey de reyes, Tú oyes toda ferviente súplica;
pero eres más propicio a escuchar el corazón del justo, cuando su clamor traspasa el eterno umbral.
La Biblia dice: Orad sin cesar.
De tu interior ha de surgir la más solemne plegaria, para que Dios incline su oído.
Al Señor de señores siempre le has de hablar,
con un gran quebrantamiento de espíritu.
Si oras al Omnipotente Redentor,
ha de ser en un genuino ayuno.
Y postrado con humillación a los pies del Poderoso Creador,
le harás saber, que para tu alma, Dios solo hay uno.
Al gran Yo Soy has de mostrarle una verdad desnuda en la oración,
porque Él pesa los corazones.
Y por tu profunda fe reconocerás la santa unción,
que se sustenta en sus gloriosas bendiciones.
Paz de Cristo
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