¡Sí, oh Señor Jesucristo, porque tu sangre es inmortal; tus hijos somos inmortales!
De gracia nos ha blindado el santuario sagrado;
y nos guarda de las entenebrecidas tempestades,
que, oh Señor, no son de tu agrado.
La Biblia dice: Y de una sangre has hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación.
Y también: Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
La desobediencia del ser humano le ha llevado a su perdición;
y es que, no ha hecho suyas, oh Cristo, las buenas nuevas de salvación eterna.
Oh Cordero inmolado, Tú tenías un propósito de redención, inentendible para el racionalismo de la sordidez humana.
De tu ministerio público, oh Rey de la gloria, los sobrenaturales e incontables milagros, fueron a revertir en tu abominable ajusticiamiento en la cruz del Calvario; haciendo escarnio y vilipendio de la única y santísima verdad.
Nunca llevó a cabo cosa más contraria la vileza del alma,
que ser ejecutora de la muerte del Rey de la eternidad.
Sin embargo, oh Fiel y Verdadero, derramaste tu preciosa sangre por todos los pecadores.
Y al que se postró a tus pies, oh Omnipotente Jesucristo, con un genuino arrepentimiento,
le has guardado con tus misericordias y favores.
Jesús, dijo: El que no dé su vida por mí, no es digno de seguirme.
Para llegar a la estatura del varón perfecto,
habras de resistir hasta la sangre;
y a tu alma se le abrirán las puertas del cielo eterno.
Paz de Cristo
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