¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu indignación, según que debes ser temido? Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.
La Biblia dice: Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro.
Y mientras, nuestro mayor anhelo, oh Rey de la gloria, es sentir el palpito del corazón que precipita el sublime encuentro, y que en tu nombre se gloría;
porque inefable será traspasar el umbral de lo eterno.
La sabiduría es del Señor Altísimo,
y descenderá, si tú la pides sin dudarlo en oración, como una excelentísima dádiva del santuario.
Y la recibirá, el siervo que se haya postrado en el lugar santísimo,
con el espíritu quebrantado.
Es el pensamiento de haberte ofendido, oh mi Cristo,
lo que produce remordimiento en la traición del alma.
Gracias, oh Cordero inmolado, porque de la esclavitud del pecado me has redimido,
con tu sangre preciosa derramada en el sacrificio perfecto, del que al ser humano verdaderamente ama.
Venciste con tu muerte, oh Señor Jesucristo,
al imperio de la muerte.
Y de todas las actas que nos inculpaban, despojaste públicamente a todo espiritu maligno;
y justificándolas, en la cruz del Calvario las clavaste.
Oh Omnipotente Redentor,
en el cumplimiento de las Sagradas Escrituras, majestuosa fue tu fidelidad.
Y al universo desbordaste de amor,
para que el alma que se negara asímisma, oh Todopoderoso Salvador, morase en la eternidad.
Paz de Cristo
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