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martes, 28 de abril de 2020

¿MERECE EL SER HUMANO LA SALVACIÓN, OH CRISTO?

¡Son las ambiguas obras del ser humano, 
el abismo que obscurece su precaria santidad!
Oh Cristo, Tú fuiste el templo destruido, en el que hubo un sepulcral silencio.
Y es que, al tercer día el Espíritu de resurrección hizo visible, oh Señor, tu gloriosa eternidad al mundo incrédulo.

La Biblia dice: Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.
Habrás de tener la mente, del que de Israel es Santo, 
para morar en su gloria inconmovible.

Lo extremadamente delicado de la salvación, estriba en no caer. 
Tú, oh Cristo Jesús, nos circuncidaste, a los que somos tus hijos, el prepucio del corazón; 
y por amor de tu nombre, ante el obscurantismo de las tinieblas siempre hemos de prevalecer.

Si el Altísimo Señor Jesucristo, redimió con su majestuoso perdon la execrable vileza de la perversa humanidad;
¿quién hemos creído que somos nosotros para no perdonar?
Del fruto del Espíritu es la bondad;
y por la propiciación de tu gracia, oh gran Yo soy, al que nos deshonra hemos de amar.

Jesús, dijo: Bastate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
Sin embargo, están los que abundan como oidores; pero son reticentes hacedores de tu Palabra. 
Oh Todopoderoso Señor y Salvador Jesucristo, Tú eres la verdad;
y conoces todo lo que esconde el corazón,  que en apariencia ama.
                              Paz de Cristo 












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