Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su impiedad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se apartaré de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria: pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tu habrás librado tu alma.
Nosotros, oh Iglesia de Cristo, somos tus atalayas.
Y, oh Señor, tu bendición nos ha concernido en velar y orar, para cumplir y hacer cumplir con el máximo celo la Sagrada Palabra.
No existe luz más resplandeciente para su cumplimiento que el fruto del Espíritu: Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Y con esta gracia, ninguna ley soslayas.
Echa por la borda el pecado,
que te hace reo de iniquidad.
Oh Señor Jesucristo, a tu nombre me he consagrado,
para ser revestido de santidad.
En la encrucijada del camino,
te esperan multitud de trampas.
Y ante la perversión del maligno;
clamo a ti, oh Cristo Jesús, para que me guardes de sus execrables asechanzas.
Oh gran Yo soy, asido estoy a tu diestra inconmovible,
que me protege de toda tiniebla.
Porque creer en el Invisible,
es la visión inefable de su magnificencia.
Si en lo profundo de tu corazón vive Cristo,
salvo serás en la morada de eternidad.
Y porque tu cuerpo es templo del Santo Espíritu,
nada te apartará de la inmarcesible verdad.
Paz de Cristo
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