Jerusalén, ciudad Santa
de muros eternos
en Cristo edificada,
por la Gloria de los cielos.
Nada oculta
la paz de su transparencia.
Jesucristo es radiante luz blanca
en el trono de Omnipresencia.
Regocijate al ser santo
en el Señor;
porque en sus moradas, de oro es el viento,
y te perfuma el brillo perfecto del amor.
La mirada emana pureza,
al salir de las profundidades del alma,
y ver en Jesucristo la belleza
del corazón que siempre ama.
Sin tiempo en la Eternidad,
vives tu victoria,
que es pureza de santidad,
y el galardón de la Gloria.
Paz de Cristo.
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