La concupiscencia tiene un espacio,
que ofrece la máxima resistencia para negarnos a nosotros mismos.
Tu digno seguidor, oh Cristo,
tiene un solo horizonte: es la Santísima Gloria, que en tu Resurrección nos libró de los abismos.
De cuerpo, alma y espíritu
se compone nuestra naturaleza.
Revelanos tu Palabra, oh Señor Jesucristo,
para ser llenos de su majestuosa fortaleza.
Sin tu Gracia, oh Rey de reyes,
navegamos en el mar de la ignominia.
Para dejar de ser insolentes,
necesitamos tu omnisciente sabiduría.
A ser salvos nos llamaste, oh Señor;
y no te veremos sin Santidad.
Todos los pecados serán cubiertos por tu amor,
si somos siervos de Eternidad.
Vive en la Verdad,
que es Cristo.
Y guardada será tu libertad,
en el Santo Espíritu.
Paz de Cristo
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