Los Cielos se han abierto,
y por la fe del corazón el Reino has de ver;
tu Evangelio, Señor Jesucristo,
nos lo ha acercado, y del Dios Altísimo es poder.
En la Eternidad no existe el tiempo.
Y en tu exigua vida
se cumplió el milagro,
que por Dios humanado en Jesús, fue del pecado redimida.
En el refugio del Señor,
no hay recovecos:
guardate en su amor,
para los tiempos Eternos.
La transcendencia de tu existir
en Cristo,
no es nacer y morir;
sino ser el alma salva en la Majestuosidad de su Juicio.
Postrate ante el Eterno,
y con toda súplica
pidele que te arrebate al Cielo;
porque su Todopoderoso Trono es resplandor que glorifica.
Paz de Cristo.
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