- ¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro; que con cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas en piedra para siempre!
- Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de desecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
- Oh Cristo, ante cada vicisitud de mi vida, la gloria habré de darte;
- porque Tú eres el Alfa y la Omega, el principio y el fin.
- Oh Altísimo Señor Jesucristo, el acontecimiento de tus grandiosos bienes,
- con una mezquina visión superficial he valorado.
- Los rudimentos de mí intelecto no pasaron de incipientes;
- pero tu gracia, oh Señor, me hizo bienaventurado.
- Oh Cristo Jesús,
- te reconozco como mi Señor y Salvador.
- Y es que, desde el santuario de tu inaccesible luz,
- fui revestido con la resplandeciente gloria del perfecto del amor.
- Oh Cristo Redentor,
- en las tablas de nuestro corazón grabaste la excelencia de lo alto.
- Y es tan sobrenatural lo que emana de su fulgor,
- que todo necio que creyó en tu nombre se convirtió en sabio.
- Oh Cristo Salvador, en tu excelsa diestra esculpiste el nombre de tus escogidos siervos,
- para que vivan postrados a tus eternos pies.
- Y abrirás la puerta de los cielos,
- únicamente a los que en ti creyeren, oh Rey de reyes y Señor de señores.
- Paz de Cristo
lunes, 3 de mayo de 2021
JOB 19:23-27 EN CRISTO
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