Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.
Ferviente ha de ser el clamor elevado al firmamento.
Y pedid, no como convenga,
sino con arreglo a las riquezas en gloria que derrame el Fundamento.
En tus verdaderos hijos, oh Cristo,
el celestial reino se ha de sustentar.
Ayúdanos, oh Santo Espíritu,
a que el fluctuante corazón del ser humano, despliegue la voluntad firme de amar.
Oh Cristo Jesús, qué tu amada Iglesia,
se presente vestida con la pureza del blanco lino.
Y que sea el fragante aroma de gracia,
su adoración al Señor Altísimo.
Con una oración que conmueva el alma,
hemos de elevar la espiritual plegaria.
Oh Señor Jesucristo, tuya es la infalible balanza,
que suma y resta gloria.
Oh Rey de reyes y Señor de señores,
nada se oculta a tu omnipresencia.
Y nuestras huellas seguirías; si con tus santísimos pies pudiéramos hollar los entenebrecidos mares;
que hasta en la más despiadada tempestad, serían nítidamente visibles para tu omnisciente providencia.
Paz de Cristo
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