El hombre saciado desprecia el panal de miel; pero al hambriento todo lo amargo es dulce.
Oh Cristo, tus bendiciones son nuevas cada mañana.
Y los que te adoramos en espiritu y en verdad, somos insaciables para exaltarte;
y a tu nombre damos gloria con la alabanza.
En las veredas retorcidas, oh Cristo Jesús,
tu gozo es nuestra fortaleza.
Y oramos con persistencia en la tenebrosa obscuridad, para ver tu admirable luz,
que es nuestra verdadera certeza.
No ha lugar a la autocomplacencia, oh Rey de la gloria,
en nuestra fiel consagración.
Con denuedo indesmayable, proclama la incontestable victoria,
el vivificante latido del aguerrido corazón.
Oh Cordero inmolado, tu sacrificio en la cruz del Calvario;
fue precedido, por un agónico martirio de latigazos que laceraron tu cuerpo santo.
Y se contó por ausencia el corazón voluntario,
que hizo caso omiso de tan vil asesinato.
La Biblia dice: Qué los cobardes no entrarán en el reino de los cielos.
Y es que nadie había entendido el pronunciamiento de nuestro Señor Jesucristo: Mi templo será destruido, y en tres días lo reconstruiré.
Aun de tu gloriosa resurrección, oh Todopoderoso Salvador, fueron incrédulos.
Y todas las manos de la humanidad habrán de palpar espirituamente tu sagrada llaga, oh gran Yo Soy, para saber: Qué bienaventurado será el que creyere sin ver, porque su alma salvaré.
Paz de Cristo
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