Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia.
Persistiremos en adoración, oh Señor, tus verdaderos siervos.
Nuestro corazón no tendrá tropiezo; porque tu admirable luz, oh Cristo, alumbrará el angosto camino noche y día.
E invocando tu santo nombre nos sentiremos regocijados, oh Rey de reyes, en tus propósitos eternos.
Las oraciones que se elevan al trono de la gracia, oh Fiel y Verdadero,
son el rebosante incienso de las copas de tus discípulos santos.
Y en tu esperanza, oh Padre eterno,
es donde tenemos la convicción de fe, que nos hará hollar el umbral del cielo a todos los conversos.
Sabed que la salvación es individual,
y que sin santidad no se verá al Señor.
Si tu cuerpo es templo del Espíritu Santo, no contristes de forma irreverente su gracia celestial,
con la vulgar displicencia del desamor.
Qué grandioso privilegio nos ofrenda Cristo Jesús,
para ser de su gloria salvos.
Qué la opacidad espiritual, oh Señor de señores, no nos aparte de tu admirable luz,
para que en el prodigioso santuario seamos consagrados.
Qué la onda de mi Cristocentrica oración,
continúe siendo propicia a tu oído sagrado.
Y que tu misericordia, oh Santo de Israel, siga dando vida a este contrito corazón,
que anhela ser de la eternidad bienaveturado.
Paz de Cristo
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