Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendió la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Si miras tu obscuro pasado, seguirás asido a la duda.
Firme siempre estarás; si a los pies del Rey de reyes pudes postrarte.
Y por la eternidad, en su gloria fijarás tu mirada.
La Biblia dice: Qué sin fe no se puede agradar a Dios.
Sería tanto como desestimar el sinfín de prodigios, que el Rey de la gloria ha hecho en tu vida.
Es de siervos consagrados,
creerle al Omnipotente Señor en toda circunstancia de forma desmedida.
Niégate a ti mismo,
y habrás elevado un palmo tu estatura para ver la faz de tu Señor y Salvador.
Y tocarás el tercer cielo santísimo,
para escuchar las palabras inefables del Sumo Redentor.
Ninguna tempestad podrá originar una fisura en los sagrados cimientos de tu sana doctrina, oh Cristo.
Tu gozo, oh Señor, es nuestra fortaleza,
y en tu Santo Espíritu,
vivimos la celestial certeza.
La fe rebosará en tu ser,
cuando hayas tenido un verdadero encuentro con el Señor Jesucristo.
Y podrás en el Espíritu ver,
lo que el mundo incrédulo no ha visto.
Paz de Cristo
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