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viernes, 31 de julio de 2020

AMÓS 5:4 EN CRISTO

Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis.
De este modo imperativo nos exhorta el Sumo Creador.
Con una frase sucinta, mandata al mundo un arrepentimiento sui géneneris,
para servirle con un inusitado amor.

Oh mi Cristo, en la densa obscuridad de un siniestro túnel, vimos tu majestuosa luz.
De primeras, hubo gran rechazo a una visión tan nitida y a la vez hiriente.
Oh Soberano Señor, tu camino era la solemne prueba; que como la luz de la aurora se transformó en sobrenatural plenitud,
de una perpetua salvación excelente.

La Biblia dice: No os unáis en yugo desigual con los incredulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
¿Qué hubiéramos sido nosotros, sin un corazón contrito y humillado a los pies del Altísimo Señor Jesucristo?
Porque nunca seréis almas a su nombre consagradas,
si no sois nuevas criaturas en su Santo Espíritu.

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
El mundo nada comparte, oh Señor, con tu Sagrada Palabra, 
en la que todo acontece espiritualmente.

Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Únicamente en ti confío, oh Cristo bendito. 
Oh Rey de la gloria, Tú dejaste a las noventa y nueve ovejas, y te fuiste a por la perdida;
porque a ninguna perdiste, de las que iban a morar contigo en el paraíso.
                              Paz de Cristo 






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