Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.
En la indefinición de la penumbra se mueve con jactancia la humanidad.
No la conmueve, oh mi Cristo, la enseñanza del Evangelio,
que anuncia la salvación por la eternidad.
Del humano ser es tan disoluta su existencia;
que el lodo hediondo donde se revuelca, resulta esencia de perfume para su extraviado olfato.
Oh Cristo Jesús, cuan grande es la dificultad para descubrir tu radiante grado de excelencia,
en el intrascendente mundo opaco.
Y Jesús aseveró: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
Por el bautismo en el nombre de Jesucristo, sepultamos los pecados,
para dar testimonio de que el único Salvador es Él.
La sobrenatural unción de tus siervos, oh Altísimo Señor Jesucristo,
se muestra palpitante en el gozo de predicar la Palabra.
Y es que, al proclamar la verdad del Santo Espíritu,
se da a conocer la libertad de quebrantarse en el Lugar Santísimo, que redime el alma.
La resplandeciente luz del mediodía define al justo.
Porque la incomensurable transparencia,
es la que mora en su espíritu;
y es el adorador, oh Rey de la gloria, que busca la perfecta santidad en tu presencia.
Paz de Cristo
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