El hombre saciado desprecia el panal de miel; pero al hambriento todo lo amargo es dulce.
La máxima prudencia ha de ser la gran virtud en todas nuestras acciones.
Oh Cristo Jesús, Tú diste inmenso valor a haber nacido en un pesebre;
a través del cual hemos recibido eternas bendiciones.
¿Por qué, oh Padre eterno, tornaste tu trono celestial en tan desdorado aposento?
¿Quisiste con tu ejemplo sobredimensionar la gloria de lo estrictamente espiritual, en absoluta oposición a lo material?
Siendo Tú, oh Señor, el Rey del firmamento,
nos fue revelada la Cristocéntrica pureza en tu presentación al mundo; y por la que, de forma meridiana, nuestra primordial riqueza se ha de fundamentar en la salvación celestial.
Hagamos una mínima reflexión: ¿Por qué el Todopoderoso Señor y Salvador Jesucristo, nos anunció la vida eterna desde la extrema pobreza?
¿No será, qué esto ha de simbolizar una inusitada humildad, ante la vida disoluta de los seres humanos?
Sí, hemos de tener la certeza,
que de la Palabra, oh Cristo, hasta la última jota quieres que cumplamos.
Jesús, dijo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Hambre y sed de ti, oh Alto y Sublime, tenemos tus verdaderos seguidores.
Alimento de gozo es tu Evangelio, para los espiritualmente hambrientos y sedientos,
que anhelamos ser de tu mombre genuimos adoradores.
Y también: Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganaré todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
Y es que, juzgado serás por la Palabra;
de la que te has de saciar, para darle la gloria al Fiel y Verdadero, en todas sus sagradas pruebas.
Paz de Cristo
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