Manifiesta en tu altar
el Yugo de Cristo,
para poderle adorar
en la Gracia de su Espíritu.
Desarraiga la maledicencia,
que te ata al maligno;
y busca la excelencia
en el Trono de Cristo.
Sáciame, Señor Redentor,
con el agua de la Vida,
para no andar en las tinieblas del pecador;
sino en el fulgor de tu Luz bendita.
Participa en lo Eterno
y alaba a Cristo sin cesar;
porque su Yugo es el Reino
de los que pueden amar.
Sin santidad
no verás al Señor.
Oh Nueva Jerusalén, guárdame Santa Ciudad;
para dar la Gloria a Dios, como eterno adorador.
Paz de Cristo.
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