Y el silencio fue en ti un clamor, Oh mi Cordero inmolado,
cuando en la cruz del Calvario, del mundo fuiste el Redentor.
Y el excelso gozo del Señor crucificado,
nos dio vida de eterna pureza con su santísimo amor.
En la compasión de tu mirada, oh mi Cristo,
un río de misericordia brotaba.
Era tu Santo Espíritu,
que del sacrificio lacerante la verdad anunciaba.
Nadie puede amar, oh mi Salvador,
como Tú amas.
Porque tu majestuoso amor,
ha circuncidado el corazón de las pecadoras almas.
Invocar tu nombre, oh mi Señor Jesús,
derrama sobre tus siervos bendición celestial.
Y es que, de las tinieblas nos llevaste a tu admirable luz,
para guardarnos de la iniquidad letal.
Somos ovejas de tu prado, oh mi Todopoderoso Salvador.
Y oímos tu voz de eterna gloria,
oh mi buen Pastor,
porque en la cena de las bodas del Cordero, tu amada Iglesia vestirá el lino fino, limpio y resplandeciente de los santos en victoria.
Paz de Cristo
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