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miércoles, 13 de mayo de 2020

SALMO 119:105 EN CRISTO

Lámpara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camino.
Oh Cristo, Tú me has ceñido con el eterno resplandor.
Y asido al celestial destino,
nadie me apartará de tu glorioso amor.

Jesús, dijo: Cualquiera que bebiere de este agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
Y también: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
Vivificante para el alma, será siempre, oh Rey de reyes, tu presencia;
y de santidad bendecida.

Y en el último gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Porque la espada es el Espíritu de la Palabra, 
y a la que es consubstancial la eterna profecía.

Afirmarás tus pasos titubeantes con el poder de la Sagrada Palabra.
Y por fe, caminarás con seguridad por las exacerbadas olas del mar.
Y es que, al verdadero atalaya;
aun en las tenebrosas encrucijadas, le es dada la gracia de amar.

La Biblia dice: Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, pueblo adquirido por Dios, para que anuncieis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.

¡Sí, somos los verdaderos hijos de Jesucristo!
Y nos has revestido, oh Señor, de tu unción incomparable, 
para ser los perfectos heraldos que predicamos el Evangelio, hasta lo último de la tierra, con la llenura del Santo Espíritu.
                          Paz de Cristo 











  










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