Cristo vino a servir; y fue tan extrema su obediencia, que se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz.
Porque con celo máximo se cumplió en ti, oh Rey de la gloria, hasta la última jota de la Escritura.
Habrá de negarse a sí mismo, el que quiera seguirte, oh Señor, por el angosto camino de eterna plenitud;
y ser en tu nombre que es sobre todo nombre, una nueva criatura.
Caer en la jerárquica radicalidad obsolescente,
no obedece a la humildad y mamsedumbre de Cristo Jesús.
Esta aberrante actitud reminiscente,
trae a colación al hombre en su inquisitorial esclavitud.
¡Somos libres, oh Señor Jesucristo,
en tu majestuosa verdad!
Y únicamente por tu Santo Espíritu;
y no por fuerza ni ejército, moraremos en la gloriosa eternidad.
La displicente veleidad,
es diametralmente opuesta, oh Altísimo Cristo, a tu obra perfecta en la cruz del Calvario.
Allí nos ofrendaste tu sublime piedad,
y la inmerecida gloria de entrar en el eterno santuario.
La Biblia dice: Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.
Y también: No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios.
Hasta traspasar el umbral de la gloria, de tu salvación nada transciende.
¡Cuida todos tus pasos, porque en Cristo han de ser precisos; y aún más, preciosos!
Paz de Cristo
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