Oh Cristo, De nuestras obras Tú tienes el juicio indubitable.
Porque con el poder de tu diestra,
pesarás cada corazón de forma invariable;
y sin hacer acepción de personas, como dice tu promesa.
La escisión, oh Señor Jesús, en la que se cumple tu transcendente diferencia,
es entre los que creen y no creen en tu nombre.
Y es que, si no crees ya has sido condenado a vergüenza y confusión perpetua;
y al que cree en ti, oh Señor y Salvador Jesucristo, salvo es eternamente.
La fe es el rasgo identitario que distingue al verdadero discípulo,
por ser un don que a sus hijos ofrenda el Rey de reyes y Señor de señores.
Y es un prodigioso principio bíblico,
que a los salvos les es concernido, oh Altísimo Señor, por tus misericordias y favores.
La Biblia dice: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Y también: Poque por fe andamos, no por vista.
Tu eterno propósito, oh Sumo Alfarero, es que solo los que se consideran vasos de barro muy fragiles a ti se asgan,
para vivir en tu morada santísima.
Si Tú, oh Todopoderoso Jesucristo, siendo rey te hiciste siervo.
¿Quién es el errático hombre, que en su fatua arrogancia, quiere con el Fiel y Verdadero sus diferencias dirimir?
Con el corazón contrito y humillado, habrás de buscar incesantemente del Soberano Señor su rostro;
y clamar día y noche a su misericordia, para que acontezca en ti su sobrenatural resurrección, después de morir.
Paz de Cristo
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