- ¡Oh, quién me diera que me escondiese en el Seol, que me encubrieses hasta apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de mí te acordaras!
- Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mí edad esperaré, hasta que venga mi liberación.
- Oh mi Cristo, al siervo que de tu gloria asignaras,
- desde antes de la fundación del mundo recibió tu majestuoso perdón.
- Entonces llamarás, y yo te responderé; tendrás afecto a la hechura de tus manos.
- Pero ahora me cuentas los pasos, y no das tregua a mi pecado;
- tienes sellada en saco mi prevaricación, y tienes cosida mi iniquidad.
- Oh Eterno, con la desmesura de tu misericordia, nos sentimos adeudados;
- porque los que celosamente anhelamos traspasar el umbral del bienaventurado,
- elevamos un radiante clamor, para pervivir en la luz inaccesible de tu eternidad.
- Ciertamente el monte que cae se deshace, y las peñas son removidas de su lugar;
- las piedras se desgastan con el agua impetuosa, que se lleva el polvo de la tierra; de igual manera haces tú perecer la esperanza del hombre.
- Oh Santo, de la celestial gracia recibida, confiamos hasta lo sumo el poder tu nombre exaltar,
- porque es sobre todo nombre.
- Para siempre serás más fuerte que él, y él se va; desnudarás su rostro, y le despedirás.
- Sus hijos tendrán honores, pero él no lo sabrá; o serán humillados, y no entenderá de ello.
- Mas su carne sobre él se dolerá, y se entristecerá en él su alma.
- Oh Rey de la gloria, ¿a quién salvarás?
- ¿Sobre quién pondrás tu piadoso sello?
- Tú eres el Dios Soberano, que únicamente mi alma ama.
- Paz de Cristo
viernes, 27 de octubre de 2023
J0B 14:13,14 EN CRISTO
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