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lunes, 16 de octubre de 2023

LA FE EN TU SANTO NOMBRE, IMPLICA LAS OBRAS PIADOSAS, OH CRISTO

  • La Biblia dice: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
  • Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.
  • Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que no se ve fue hecho de lo que no se veía. 
  • Oh mi Cristo, en tu majestuoso nombre pude creer, 
  • al inquirir en tus bíblicos versículos, 
  • con la rendida postración del alma mía. 

  • La Biblia enseña: Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. 
  • Le dijeron, pues, los otros discipulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. 
  • Ocho días después, estaban otra vez sus discipulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. 
  • Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. 
  • Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
  • Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. 
  • Oh Cristo Altísimo, 
  • Tú eres el autor y consumador de la fe.
  • En la fe que viene de lo alto, estáis concernidos mis discípulos probos. 
  • Y por esto sois mi luz viviente,
  • fuera de todo extravío. 
  • Pero los que son del mundo, por mí os aborrecieron.

  • La Biblia explicita: Por  tanto, nosotros también, teniendo enderredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
  • puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra de Dios. 
  • Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.
  • Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;
  • y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres  reprendido por él;
  • porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.
  • Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
  • Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 
  • Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
  • Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. 
  • Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
  • Oh Hijo del Hombre, Tú, de la mañana eres la estrella resplandeciente,
  • y nosotros tus siervos consagrados. 
  • Nadie que te haya podido amar,
  • oh Señor, podrá ser partícipe del mundo errático, 
  • sin que tus recuerdos de gloria se lo estén impidiendo. 
  • Porque la Cristocéntrica fe,
  • siempre nos dejará un sello distintivo. 
  • Y fue en la penumbra vespertina, 
  • donde diste vida a nuestro afligido corazón, con los fértiles principios bíblicos. 
  • Y nos retrotraeremos a la santísima verdad, 
  • porque antes del fin buscaremos ávidamente tu rostro, oh Santo, para traspasar el umbral de los bienaventurados. 

  • Oh Cristo Redentor,
  • tu muerte, y muerte de cruz,
  • redimió y justificó al pecador.
  • Pero el que cree en tu majestuoso nombre, oh Eterno, ha de estar asido celosamente a las piadosas obras, que son consubstanciales a tu gloriosa luz.
  •            Paz de Cristo 

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