Oh Cristo, le diste alas a tu Iglesia,
para remontar toda adversidad.
Oh Señor, en el resplandor de tu Santa esposa,
se ve el amanecer de la Eternidad.
Oh Cristo Jesús, sumida estoy en la aflicción,
de tan gran prueba.
Y con quebranto se humilla mi corazón,
que tu poder indulgente no desprecia.
Oh Señor Jesucristo, firme he de velar,
para ser en tu Luz evangelística, galardonada con la Corona de Justicia.
En el Libro Celestial,
consta escrita tu incesante fe de predicación bendita.
Oh Rey de reyes, en el arrebatamiento, una seré,
para ver la hermosura de tu Rostro.
Tu Iglesia amada subirá a los Cielos,
para morar en la Santísima Jerusalén de oro.
Oh Señor de señores, de los odres del Paraíso,
bebí tu agua Sagrada.
En mi alma se fijó el Todopoderoso,
que ungió con el Óleo Santo a su Eterna Paloma blanca.
Paz de Cristo
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